DíA DIEZ

Escritura:

“Recuérdales a todos que deben mostrarse obedientes y sumisos ante los gobernantes y las autoridades. Siempre deben estar dispuestos a hacer lo bueno: a no hablar mal de nadie, sino a buscar la paz y ser respetuosos, demostrando plena humildad en su trato con todo el mundo.”

Tito 3:1-2

Comentario:
La desesperación puede volvernos reactivos, duros con nuestras palabras, a la defensiva en nuestra actitud, rápidos para alejarnos de los demás. Pero este pasaje nos recuerda cómo es permanecer arraigados. Aun cuando la vida se siente tensa o pesada, seguimos llamados a estar listos para hacer el bien, a tener un espíritu gentil y a mantenernos firmes en el amor. Esa actitud no nace de manera natural, fluye del tiempo que pasamos en la presencia de Dios. La oración desesperada comienza como un clamor de ayuda y transforma la manera en que respondemos en tiempos difíciles.

Práctica:
Antes de comenzar tu día, pídele a Dios que te ayude a reflejarlo en medio de lo que estés viviendo.
Pide tener mansedumbre al hablar.
Pide que el amor sea lo que guíe tus interacciones con los demás.
Pide que otros puedan ver Su fuerza a través de ti.
La oración desesperada nos forma para representar a Dios en lugares difíciles.

Oración Guiada:

Padre Celestial,
Tú reinas sobre toda la tierra.
Enséñame que aquellos que gobiernan sobre mí
han sido puestos allí por Tu mano.
No hay líderes accidentales en mi vida.
Enséñame a humillarme
y a ser obediente a su dirección.
Prepara mis manos y mi corazón
para realizar buenas obras
con un corazón agradecido.
Ayúdame a refrenar mi lengua hoy.
Aun cuando esté tentado(a),
no recurriré al chisme con otros.
En cambio, acudiré a Ti en oración.
Donde haya división en mi vida, trae unidad.
Cuando esté tentado(a) a ser áspero(a),
enséñame el camino de la mansedumbre.
Enséñame a amar a otros
como Tú me has amado a mí.

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